Los frenos hidráulicos que hoy en día están presentes en los vehículos de todo el mundo llevan en el mundo de los coches desde hace muchísimo tiempo. El primer coche que circuló por las calles de Indianapolis fue un Duesenber Modelo A allá por el 1921. Sin embargo, el verdadero creador de los frenos hidráulicos ni siquiera los patentó por creer que eran un fracaso.
Los frenos de cable y varillas
Los carros de caballos necesitaban un freno que no estuviera limitado a la voluntad de obedecer del propio animal. En la época en la que la tracción de los carros se basaba en animales de tiro, era una simple barra de madera la que servía para tratar de frenar las ruedas. Lógicamente, la potencia de frenado no era muy alta. Pero tampoco es que la velocidad que se alcanzara fuera altísima.
No obstante, a comienzos de siglo XX, un tal Ransom Eli Olds, uno de los grandes pioneros del mundo de la automoción con sus vehículos Oldsmobile, inventó los frenos de tambor. Eran capaces de frenar su vehículo en 6,5 metros desde una velocidad de 22 km/h (no había mucho más por ese entonces).
Sin embargo, estos frenos eran accionados por un cable y unas varillas. Eran muy similares a los de cualquier bicicleta de gama básica. Se popularizaron y estuvieron presentes en prácticamente todos los coches de principios de siglo.
Frenos de disco para mayor capacidad de frenado
Los frenos de disco llegaron como una alternativa a los frenos de tambor. Coexistieron con estos, pero tardaron más en ser una opción realmente efectiva. Inicialmente eran frenos magnéticos cuya función era posible gracias a que el coche en el que se instalaban era eléctrico. Así lo reflejó Frederick Lanchester en su patente, siendo el inventor del freno de disco moderno allá por el año 1902.
Sin embargo, ni la tecnología de propulsión ni la tecnología de freno se establecieron en el mundo de la automoción en ese momento.
Años después se cambió el disco por una pastilla de cobre y se consiguieron unos frenos que pesaban menos que los de tambor y se calentaba menos, lo que aumentaba la eficacia de frenado.
Pero se seguía accionando por medio de cables y varillas, que tendían a desajustarse.
El «fracaso» de los frenos hidráulicos
Fred Duesenberg fabricaba coches en el inicio del siglo XX, tanto coches de pasajeros como coches de competición. De hecho, Duesenberg fue el que probó los frenos hidráulicos en los coches de competición, donde era imprescindible contar con sistemas de frenado más efectivos.
Eran los inicios de la Primera Guerra Mundial allá por el año 1914, y el invento no acababa de ser una opción viable para los coches de pasajeros por problemas de fugas del líquido de frenos que tenía el vehículo.
Era un fracaso. Y no patentó el invento.
No obstante, Malcolm Lougheed consiguió siete años más tarde integrar un sistema de frenado hidráulico en, casualmente, un Duesenberg Modelo A. A él se le atribuye la invención de esta tecnología de frenado a pesar de las referencias al trabajo anterior de Duesenberg.
La clave para evitar las fugas fueron las juntas de cuero. Aun así, con el tiempo se agrietaban, y no fue hasta la llegada de las juntas de caucho que se pudo popularizar el sistema de frenado hidráulico. Ford comenzó a instalarlo en sus coches de producción allá por el año 1939.
Y hasta hoy en día nuestros coches cuentan con sistemas de frenado hidráulico, sin importar si tiene frenos de tambor o frenos de disco.
No sabemos frenar de otra forma
El sistema de funcionamiento de los frenos hidráulicos es muy característico. Cuando pisamos el pedal del freno, comprimimos el líquido que se encuentra dentro del sistema hidráulico. Los frenos, al final de dicho circuito, son presionados por la presión que nosotros mismos hemos ejercido.
El inicio del frenado es instantáneo. Y la capacidad para realizar un frenado progresivo también hace que los frenos hidráulicos sean un gran invento.
Aunque es difícil entender la diferencia entre un sistema de frenado hidráulico y uno no hidráulico en un coche, porque resulta muy complejo encontrar un coche con un sistema de frenado por cable y varillas incluso entre los clásicos, sí es fácil entender la diferencia para los ciclistas.
Y es que la diferencia entre un sistema de frenado con cable y uno de frenado hidráulico, incluso aunque la bicicleta tenga frenos de disco en ambos casos, es inmensa.
Hoy en día no sabemos frenar de otra forma. Y de hecho, cuando se plantean opciones como el Brake by Wire donde el frenado lo produce un motor junto a la rueda tras recibir la señal eléctrica que se envía cuando nosotros pisamos el pedal, se habla sobre que la sensación de frenado seguirá siendo la misma que la del freno hidráulico.
De momento, eso sí, los frenos hidráulicos llevan más de 100 años en los coches, y seguiremos contando hasta que otro nuevo tipo de freno consiga establecerse. Algo que tampoco está claro que vaya a suceder de forma inminente.